miércoles, 23 de febrero de 2011

 

Estaban sentados, uno frente a otro, bajo el mismo techo, en una misma habitación que no se encontraba en ninguna parte, pues no existía en realidad, como en realidad ellos tampoco estaban sentados uno frente a otro. Pero eso no importaba, pues sabían que las barreras de lo real no existen si nadie las menciona.
-Este sería un buen momento para tener una conversación inteligente
Sus palabras se deslizaron a través del espacio que les paraba, sibilantes, dividiéndose y desapareciendo luego como el humo de un cigarrillo. Ella le miró a los ojos, conectando con su interior, con su mente, y simplemente preguntó:
-¿Por qué éste?
-No es este momento en concreto–respondió él-, ni tampoco es esta noche. Nada acaba y nada empieza en un preciso momento, porque nada empieza y acaba en el sentido fiel de ambos conceptos. Todo tiene infinitos precedentes e impredecibles consecuencias.
>>Sin embargo, ya que lo preguntas, está llegando a su fin este capítulo. Me voy, lejos. Es poco tiempo, pero es suficiente. En cierto momento planeé esto porque sabía que en cierto momento necesitaría un detonante para llevar a cabo un cambio; necesitaría una ducha de agua fría y limpiarme las legañas de cotidianidad.
-¡Cómo te entiendo! –Asintió ella mientras se levantaba. Comenzó a dar vueltas por aquella habitación inexistente, imaginaria, y, al mismo tiempo, más real para ellos que la mayoría de todo lo que solía rodearles- Te entiendo en este momento más que en ningún otro. Ni te lo imaginas. Ansío ese cambio de episodio, ese cierre de capítulo. Anhelo dejar por fin de caminar hacia una pared.
Se asomó a una de las transparentes ventanas que permitían que los rayos del sol inundaran la estancia con su embriagadora esperanza. Sin embargo, apenas había luz, apenas podían distinguir sus siluetas en la oscuridad. Todo era relativo en aquel refugio, nada respondía ante ninguna ley o previsión. Todo era hermosamente libre.
-¿Tienes miedo?
-Sí, creo que sí, pero no me importa.
-Es bueno tener miedo –continuó ella-, pero es mejor aún superarlo, afrontarlo. El miedo nos hace sentir vivos.
Él se levantó, y se aproximó lentamente a ella, a su espalda, hasta estar tan cerca que ambos podían sentir el latir del corazón del otro. No se tocaban, pos supuesto, pues no estaban allí en realidad, y el tacto es un privilegio que sólo se le concede a los presentes en la vida, no a los que escapan de ella a recónditos e inexistentes bastiones sin forma ni color.
-El miedo está generalizado, catalogado y comercializado.
-¿Y qué no lo está? –Dijo ella justo después de darse la vuelta y mirarle a los ojos de nuevo.
-Hablar del miedo es tan erosivo para el concepto en sí como hablar de la felicidad o el amor. ¿A qué tememos? Te diré a qué temo yo. Temo tener una vida normal, cimentada en las ideas y dogmas que me han sido inyectados desde mi nacimiento, y levantarme un día y no encontrar diferencia alguna con el anterior; le temo a la comodidad y a la indiferencia. Y, sobretodo, temo tener miedo de perder aquello que en realidad no tengo, puesto que nada se puede poseer.
-Sí, temer a la mediocridad, a no ser capaz de enfrentar la corriente, a sucumbir a las tallas con las que te comparan. Tengo miedo al vacío.
El silencio se hizo. Seguían ahí parados, de pie, estáticos junto a una ventana, muy cerca el uno del otro, mirándose a los ojos como si en realidad se estuvieran mirando. No era necesario hablar, no aún, y no importaba cuándo eso fuera a cambiar. El tiempo era irrelevante puesto que es una norma más del mundo real, y ellos ahora eran libres. Cuando la mente se separa de la vida para buscar una respuesta más allá de lo conocido, nada es verdaderamente importante.
-Es un vacío virtual –terminó por decir él-. Es un vacío que sólo existe en mentes confundidas y ciegas. Si tienes una mente así, siempre estarás expuesto a sus trampas.
-Lo que temo es callarme y acallar mis sentimientos; perderme en la oscura y triste indiferencia-silencio de nuevo-. No quiero ser archivada.
Dandy'n'Deeds

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