martes, 22 de febrero de 2011


Arderán, Arderemos en llamas, en Dolores profundos como gargantas, bailaremos nuestra muerte, en brazos del deseo, para siempre. Nos ahogaremos infinitas veces con el lazo del silencio, y nos retorceremos en la pena, suplicando por dejar de sentir la angustia que nos corroe, atentando contra nuestra razón.
No me dejes.
“El frío se extiende, me conquista, tierra por tierra, isla por isla, todos los recuerdos se desvanecen en la niebla que ahora reina en la inmortalidad de mi cabeza. Es un abrazo, lo siento, es un abrazo. El cigarro se consume, ya casi no queda más que ceniza, pronto se confundirá con la mía. Destripadme los recuerdos, no los quiero.
Los susurros son crueles, “oh señor, te suplico, te suplico”
Me llaman a odiar, me llaman a amar, me llaman a desaparecer en la mediocridad de lo que me rodea”
Aunque sigue sentado, ya no es capaz de mantener la fuerza, que se desvanece a través de la punta de sus dedos. El cigarro se resbala y cae, sin esfuerzo, sin estruendo, sin canción, sin nada. Consumido, suelta sus últimas llamas, sus ultimos suspiros.
Cierra los ojos, ya casi está.
Un carcajada profunda que viene de lo que ya resta de sus pulmones, inunda la habitación, tornandose en agudos chillidos, jadeos.
“El tormento sera mi compañera. Ya no quiero más. Jugaremos a reir y a sentir”
Cierra los ojos.
El humo se consume, ya no queda nada. Sus ultimos trazos alcanzan el techo, en silencio, en contorsiones mágicas, pero en segundos, se desvanece.
Apretó sus ojos cerrados.
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Pero como siempre, volvió a abrirlos.

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